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Cristino Garza Peña: De la expulsión de Estados Unidos al liderazgo en México rural: Cristino Garza Peña: De la expulsión de Estados Unidos al liderazgo en México rural

Cristino Garza Peña: De la expulsión de Estados Unidos al liderazgo en México rural
Cristino Garza Peña: De la expulsión de Estados Unidos al liderazgo en México rural
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  1. Cristino Garza Peña: De la expulsión de Estados Unidos al liderazgo en México rural
  2. Archivo Vivo: Santos Garza Bermea, la Arconte
  3. Cristino Garza Peña: Rompiendo la narrativa del fracaso, haciendo migrar un liderazgo
  4. Conversando con el archivo: Borraduras, intervenciones y silencios

Cristino Garza Peña: De la expulsión de Estados Unidos al liderazgo en México rural

Por Maribel Bello

Archivo Vivo: Santos Garza Bermea, la Arconte

An old person holding a picture in a room

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Imagen: Santos Garza Bermea. La arconte. Archivo vivo.

Quien, al guardar la memoria de su familia, guarda de ella.[1]

De la señora Santos, sólo sabía su dirección: 217 Engel Street. Se podía llegar por Canal Street o Navigation Boulevard, trazos de la ciudad de Houston que pertenecen al Second Ward. Este barrio, que, a partir de los años cincuenta se volvió mayormente mexicano, era previamente habitado por la comunidad alemana. Quizá por eso los nombres de las calles. Engel, en alemán significa ángel. Aunque lo sospecho, confirmo en la aplicación Linguee de mi teléfono que esté en lo correcto. En el vecindario hay calles angostas y poco transitadas. Un auto tiene que esperar para el paso del otro. Aparecen de pronto algunos murales de revolucionarios mexicanos que, algún día, defendieron su patria. Predomina ese silencio que sólo se logra lejos de las grandes avenidas de Houston, lejos de las interestatales que cruzan todo el país. La calle Engel está escondida pero presente. Hay una quietud alrededor, como si ahí no pasara nada, más que vida. No hay niñez jugando ni perro que ladre. Pareciera que los vecinos llevan tiempo viviendo ahí. Se saludan en su paso por la calle, desde sus patios o ventanas y hasta se dicen el nombre. Se conocen sus sombras y velocidades al pasar. Sólo las hojas y el viento hacen sonar la calle. Se presiente la vejez en la calle.

Veo el número: Dos. Uno. Siete.

Lo pronuncio con los labios.

Llegaste a tu destino, me confirma el GPS que sostengo en la mano.

A street with trees and houses

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Imagen: Calle Engel, Houston Texas. Foto tomada en junio de 2023.

[Desamarrando el alambre]

Me coloco frente a una cerca de aluminio que rodea la casa. No hay timbre ni campana que tocar. En lo que pareciera una pequeña puerta, hay un alambre improvisado que alguien ha puesto para asegurar la entrada al patio. Grito un ¡buenas tardes! hacia la casa, con la ilusión de que alguien me abra o, al menos, me escuche. Estoy atenta al patio trasero por si ahora sí, hay perro que me ladre. Nadie sale. Mientras espero respuesta, pienso que alguien me puede disparar por entrar en propiedad privada. Es Texas. Aún con el presentimiento, desamarro el improvisado alambre que protege la entrada. Accedo al patio. Sigo el caminito de pasto ya marcado por otros pasos que lleva a una puerta de madera que sobresale en la fachada de la casa. Toco con los nudillos de mi mano derecha el vitral transparente que se encuentra en el centro de la puerta. Pronto, una sombra colorea el vitral. Una sonrisa cálida con ojos enormes abre la puerta y me saludan. Es la señora Santos acomodando el cuerpo de tal manera que no se pueda ver para adentro. Que no se pueda entrar, aunque con el suficiente espacio para hacer salir su cuerpo. De un movimiento, se sienta en una silla que se encuentra a lado de su puerta. Parece que es su silla de sentarse a contemplar. Tal vez su pretexto para salir de casa. Una silla ortopédica a la que hace llegar su cadera lentamente. Aún sin saber quién soy y, como si estuviera esperándome, la señora Santos pide que me siente en una banca de cemento que queda justo frente a ella. Se reacomoda como quien está a punto de iniciar una conversación. ¿Cómo estás hijita? Ella comienza la entrevista.

A person standing outside a house

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Imagen: Primer encuentro.[2]

[¿Cuánto tiempo espera el archivo para ser descubierto?]

La señora Santos estaba en espera de la conversación. Quería hablar. Contar. Eso. Contar su historia. Decir de los suyos para decirse a sí misma. Mover la memoria como esa dosis necesaria de estiramientos que debe realizar todos los días para que no le duela tanto su andar. A mí me gusta mucho hablar hija, confirma. Me hace familia para quitar la extrañeza de dos personas que nunca se han visto antes. Me hace hija para poder intimar. La gente mayor, como yo, me dice, a veces sólo queda contar su vida. Por momentos solo se queda respirando y mira en ese patio que parecía tener la misma edad que ella. Me cuenta de sus plantas, de su árbol, de la sombra de su árbol. Me explica que sale poco a la calle porque tiene un hijo que atender en casa. Respira de nuevo y me agradece la visita. Parece que esperaba.

A group of people standing outside a house

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Imagen: Santos se señala a sí misma a la derecha de su foto. Brinca al hombre de blanco y señala, también con su índice de mano derecha a Irma su hermana y Tomasita.[3]

Mi nombre es Santos Garza Cavazos de matrimonio, pero mi nombre verdadero es Santos Garza Bermea. Bermea por mamá. No es conocido mi apellido, dicen que es español. En el estado de Coahuila, de donde era mi mamá, nomás ella era Bermea. Soy Santos, como la abuelita materna. Tengo ochenta y cuatro años, creo. Nací en Tamaulipas como todas mis hermanas, en una casita chiquita, bonita. En esa casita jugaba mucho en las ventanas, entraba por una y salía por otra. Las ventanas, desde donde se puede ver todo ¿verdad?

A white house with a fence and a wooden fence

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Imagen: Esta es la casa donde nació y vivió la señora Emilia Bermea. Dice la señora Santos que, desde esas ventanas, ella jugaba y soñaba. También, desde esas ventanas, Doña Emilia venía venir a los trabajadores en busca de Don Cristino y sus consejos.[4]

[Coserme a mí misma]

Me gustaba coser. Me gustaba hacer vestidos para las niñas. Para nosotras. Le hice muchos vestidos a mis sobrinas. Aprendí de mi mamá y viendo otros vestidos. En eso me parecía a papá, era observadora. Tuve que generar mi propia forma de medir porque no fui a la escuela. Me gustaba ver los vestidos cuando iba de visita a Brownsville. Quizá me hubiera gustado estudiar eso. También me gustaba mucho peinar. Me fijaba también con mucha atención. Peiné a muchas en sus bodas.

Santos llegó a Estados Unidos a los 18 años, ahí festejó su cumpleaños. Aunque su esposo era de Tampico, lo conoció en Houston, en una de esas idas y vueltas entre ese México y Estados Unidos que a veces le parecían el mismo. Viajaban en tren. Pronto tuvo dos hijos.

Imagen: Creo que esta soy yo. Dice la señora Santos señalándose con el dedo medio de su mano derecha.[5]

Imagen: Aquí están las mujeres de mi familia. Ya no me acuerdo muy bien quién es quién, ni lo alcanzo a ver bien, dice la señora Santos.[6]

Así se acostumbraba en aquel entonces hija, a nosotras nos esperaba la vida de casada, me dice. Pero mis hijos me salieron muy nobles, sanos, bien portados. Santos estaba terminando el reconocimiento cuando alguien le gritó del interior de su casa. Santos ágilmente se levanta y va hacia su puerta. Desde su puerta se despide y me pide que vuelva otro día. Pronto. Me deja sola en esa banca de cemento que parece acompañar. Regreso por el mismo caminito de pasto, salgo y tras de mí, vuelvo a hacer el amarre.

[Santos Garza Bermea:]

vitalidad en rostro

ojos brillantes, cejas tupidas

boca seca que limpia constantemente con los dedos de la mano derecha

pelo canoso que se tiene que acomodar detrás de las orejas

cadera incómoda y cansada, terca

manos inquietas y tibias

pasos lentos pero seguros

frente en alto

está feliz con la vida que ha tenido

valora la memoria del pasado

ama y admira a su padre

entiende a su madre

Regreso otro día. He llamado previamente a la señora Santos para planear la visita. No atiende el teléfono. Decido ir directamente a su casa. Entro por el mismo amarre de alambre, como si ese fuera ya el conjuro. La entrada a otros tiempos. La entrada al mundo de Santos. Encuentro con Santos. Mis nudillos tocan nuevamente el vitral.

La señora Santos no me recuerda inmediatamente. Esta vez, le tengo que explicar quién soy y qué hago ahí. Le digo mi nombre como si eso le dijera algo. Me mira cautelosamente y, con duda todavía, me invita a pasar a su casa. Me sorprende su decisión tras el desconocimiento previo. Me presente a su hijo Oscar que se encuentra recostado en una cama médica en la sala de su casa. Me invita a conocer el resto de su casa y luego me lleva directo a su recámara. Se sienta en una de las orillas de su cama, la que queda directo al pasillo de salida. Estar ahí, dentro de uno de los espacios más íntimos de la casa, me hace sentir con una gran responsabilidad. Observo con cuidado y de reojo los detalles de su habitación mientas ella aún está acomodando el cuerpo. El acomodo de un cuerpo puede ser infinito ante la mirada ajena. Me conmueve estar en el lugar donde duerme, donde recuerda, donde descansa, donde suspira, donde se acomoda. Detrás de ella ha quedado una ventana que deja pasar una luz tenue y soleada. La cortina de esa ventana vuela hacia nosotros. Huele a tiempo. Los objetos alrededor, aunque quietos, hablan. Saben que han sido invadidos en su privacidad. Están siendo observados. Hay fotos, peluches, documentos, zapatos, ropa alrededor. Me siento en la única silla que se encuentra frente a ella.

A person sitting on a bed

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Imagen: Santos, Archivo Familiar y Ventana.[7]

Entonces hija, ¿Quién eres tú?

Le cuento que soy estudiante de la Universidad de Houston y pronto me interrumpe para decir que conoce bien, muy bien, que es su segunda casa.

A person vacuuming a library

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Imagen: Haciendo una aparición. Copia de un periódico estudiantil.[8]

[Phantom Custodian]

El 14 de febrero del 2002, en la gaceta estudiantil publicada por la Universidad de Houston, se publicó una nota donde se destaca la trayectoria laboral de la señora Santos. La “phantom custodian”[9] le llaman, por trabajar durante la noche en los pasillos de la M. D. Anderson Library asegurándose de que todo quedara listo para la llegada de los estudiantes. La nota, hace notar su presencia como una suerte de aparición, como sostiene el título. Aunque en la publicación reconocen el trabajo de 28 años, lo cierto es que la señora Santos trabajó en la Universidad de Houston alrededor de 40 años. Con el dinero ahorrado por ese trabajo y un préstamo en el banco, pudo comprar la casa donde actualmente vive en Houston.

Así que las dos estuvimos en la Universidad, me dice con cierta picardía.

Santos vivió su niñez en Villa Hermoso, en el estado de Tamaulipas. Ella y sus hermanas tuvieron infancias marcadas por una frontera que impulsaba a las idas y vueltas en tren, entre ese México y Estados Unidos que, a sus ojos, no parecían tan distintos. Después de todo, no había pasado tanto de ese tratado de Guadalupe Hidalgo que, en 1848, había engrandecido más un lado que el otro. Por eso, todas habían crecido entre campos de algodón, hijas del algodón, como dice su sobrina Cristina Rivera Garza en su artículo de Sonar Wildly.[10]

Siempre fui bien trabajadora, ordenada y acomedida. No me tenían que decir qué hiciera, yo me acomedía. Por eso me querían. Limpiaba pisos hijita y no hay por qué avergonzarse de ello. Por eso tengo mi casa. Me costó el trabajo de 40 años. Yo también hice mi casa gracias a la Universidad.

A paper with black text and black text

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¿Le hubiera gustado estudiar señora Santos? Le pregunté.

No sé. Quien sabe. Una no sabe mucho cuando vive en el campo y cuando es mujer. A veces pienso que sí, otras que no. Otras de mis hermanas estudiaron más que yo. Una de ellas es doctora. Si hablas con ella, seguro tiene un vocabulario mejor y te cuente más cosas. Yo sólo aprendí lo básico, en una escuelita de allá en Tamaulipas. No puedo decirte si soy inteligente o no, pero yo todo aprendía visualmente. Me gustó la costura, los peinados, yo peinaba en el pueblito. Estoy contenta sin haber estudiado. Quizá me hubiera gustado hacer alta costura o poner un salón de belleza porque me gustaba mucho peinar y hacer ropa, además tengo mucha paciencia para manejar a la gente, yo creo que eso heredé de papá. La paciencia. Papá tenía mucho conocimiento de las personas y de cómo eran. Con la pura mirada decía quién era quién. Siento que yo soy así.

Imagen: Puede ser que, en esta fotografía, le pidieron a Don Cristino que mirara fijo a la cámara. Que mirara fijo a ese pequeño aparato que estaba a punto de fijarlo a él también en ese papel fotográfico que vive en la habitación de la señora Santos.[11]

¿Y usted, nunca tuvo la inquietud de hacer cosas como las que hacía su padre, el señor Cristino?

Pues, aunque quisiéramos hija. Éramos seis criaturas. Como todas éramos mujeres. Bueno, Héctor nuestro único hermano, murió niño, no alcanzó a vivir nada; se mató en un accidente de caballo. Todavía recuerdo como mamá decía, sin mal intención verdad, ojalá se hubieran llevado a dos mujeres y no a mi único hijo. Así era en aquel entonces. Es que los hombres eran los que podían reunirse, participar de esas juntas y trabajar en el campo. Como nosotras éramos puras mujeres, no se veía bien que anduviéramos por ahí, por eso casi nunca estábamos con papá. A veces sólo para pizcar o llevar el almuerzo. Quizá Estela era la más pegada a él porque era la más chica. Yolanda mi hermana, ella sí fue inquieta como papá, ella vivió aquí a Houston, de hecho, representó a mucha gente; ella está en Brownsville, su esposo se murió. Ella era muy liberal, organizaba marchas y tú sabes que las marchas deben seguir ciertas reglas sino te echan a la cárcel; a ella la echaron a la cárcel, siempre fue inquieta por eso mejor se fue para Houston, allá había más libertades. Era como se dice…activista. Mi papá tenía su lucha, pero con razón. Él era respetuoso y hablaba lo que era justo. Él no violaba las reglas que dicen de Estados Unidos.

¿Usted pasó por la calle Canal cuando vino? Me pregunta Santos. Sí, le contesto. Papá construyó esa calle. ¿Cómo la ve?

La mirada de Santos se va hacia la ventana con cortinas voladoras, se queda ahí por un momento fija y comienza a nombrar a sus hermanas: Tomasita, como mi abuela paterna, yo Santos, Yolanda que vive en Isla del Padre, Ilda, mamá de Cristina, Esthela que es enfermera y vive en Brownsville e Irma, que es doctora y vive en Monterrey. Soy la única que vive aquí, en Houston.

La memoria se está abriendo.

[Evocación]

A veces me pasan recuerdos raros. Como si tuviera otros poderes. Me acuerdo de cuando estaba en el vientre de mi mamá. Una vez se lo conté y no me creía. A mamá, mis hermanas y a mí nos tocaba ir a darles de comer a los hombres al campo, entonces me acuerdo perfectamente de un día que iba dentro de mi madre. En su vientre. Recuerdo el camino que andaba y la ropa que traía puesta. Hasta recuerdo la comida que le llevaba a papá. Así de fina a veces tenía la memoria. Ahora mismo, se me ha olvidado todo lo que te estaba contado.

¿Podría contarme un poco de Don Cristino?

¡Ah, sí lo conozco!, responde con gracia. Es mi papito.

Un papito que no minimiza, sino que conmemora.

Pregúntame a mí, si alguien tiene fotografías de mi padre.

A mí me gusta guardar.

Me hace sentir contenta.

Por eso nomás yo las tengo.

Cuando estaba joven, me gustaba retratar.

Y guardar retratos.

Comencé a poner y a poner fotos en el álbum y aquí está.

Este álbum ya cumplió más de 42 años conmigo.

Cristino Garza Peña: Rompiendo la narrativa del fracaso, haciendo migrar un liderazgo

Era un hombre muy bueno, excelente orador, nunca ocupó papel para decir sus discursos, todo lo memorizaba y hablaba muy bien, como si hubiera ido a la escuela. Inteligentísimo y respetuoso. Ayudaba mucho a la gente. A la gente del campo. Como era bueno, humilde y luchaba por las causas de los trabajadores, muchos lo respetaban, le preguntaban consejos. Siempre tuvo tiempo para esa gente que necesitaba de él. Se hacía el tiempo. Por eso le querían mucho y donde quiera lo reconocían en Tamaulipas. Tuvo muy buenos amigos. Le gustaba mucho platicar. Era bien platicador, hablaba hasta por los codos. Nunca andaba renegando ni echando malos modos. A nosotros, continúa Santos, nunca nos habló recio ni echó ninguna maldición en la casa. Una persona excelente. Mi papá era una persona escasa en el aspecto que era muy justo, honesto, sencillo, nada de humillar a nadie ni creerse, tenía mucha sabiduría; tenía ese don de salir y conocer a la gente nomás de verla. Nunca andaba gritando ni enojado.

Cristino Garza Peña nació en Potrero, Nuevo León. Según su nieta, Cristina Rivera Garza, Don Cristino “cruzó por primera vez la frontera de México hacia Estados Unidos en 1911, cuando tenía 3 años. Iba en brazos de su madre, y en compañía de dos hermanos más, Guillermo y Brígida, con rumbo a San Antonio. Andaban en busca de refugio.” (Rivera Garza, 241). La madre de Santos se había quedado viuda de Don Agapito Garza y adolorida por la pérdida de otro de sus hijos. Ambos cayeron en los brazos de una enfermedad que no tenía nombre, mucho menos remedio. Por eso Don Cristino rápido comenzó a forjarse como adulto responsable, a temprana edad. La exigencia de madurez le volvió también rebelde, reacio de las injusticias. Le tocó defender a su madre y hermanos de ese padrastro que eligió cuando perdió a su esposo. Quizá la vulnerabilidad de una familia que ya había sido coartada y ahora era violentada le hizo despertar pronto su sentido de justicia. El joven Cristino tuvo que aprender pronto cómo lidiar con la falta de respeto hacia los suyos. Con el mal trato. Joven, tuvo que escapar pronto de casa. Joven, tuvo que volver pronto a amenazar al padrastro malo. Joven, vino a poner las cosas en claro con palabra. Joven, supo agarrar la muñeca de quien pretendía lanzar el golpe. Joven, estaba aprendiendo sobre la defensa. La defensa de los más vulnerables.

A person in a suit and bow tie

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Imagen: Esta es quizá una de las fotos donde más joven está mi padre, dice la señora Santos.[12]

Por eso joven, Don Cristino convenció a su madre y tomó a su familia con dirección a Houston tomando total responsabilidad de sus hermanos y comenzando a trabajar lo suficientes para alimentar a su familia.

Mi abuelita se casó muy joven, su papá era de Nuevo León y dejaron a papá huérfanos, entonces mi papá desde los 11 o 12 años se hizo cargo de sus hermanos. Papá desde muy joven quedó acostumbrado a ayudar a quien lo necesitaba. Era muy claro, no le gustaban las cosas mal hechas. Él era de los mayores de la familia y se daba sus oportunidades de tener conocimiento, no tuvo el privilegio de estudiar, pero sí pudo trabajar y defender a los trabajadores del campo. Papá nació con ese talento, le nacía hacerlo. Y no le gustaba hacer ningún tipo de distinción.

A group of people posing for a photo

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Imagen: Familia Garza Bermea. Cantú Studio Portraits, 1112 Preston Houston, Texas.[13]

Imagen: Tomasa Peña, mamá de Cristino.[14]

Al llegar a Houston, vivió por la calle Navigation, donde vivía su tía y abuelita Tomasita. Dice la señora Santos, que quizá, llegaron a esta área porque había familia o amigos que les ayudaron a establecerse. Siempre deseo vivir en México. Conoció a su compañera de vida, la señora Emilia Bermea en Estados Unidos. Juntos llegaron al estado de Tamaulipas, en San Fernando. Ahí estuvieron unos cuatro años antes del nacimiento de Héctor, su primer hijo, Tomasita y Santos.

A person and person in wedding attire

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Imagen: Santos cuenta que su padre y madre se fueron de luna de miel a Galveston.

Un año después, vino a este mundo su primer hijo, ya en México.[15]

Esta boda se llevó a cabo en el condado de Montgomery el 20 de marzo de 1933. La foto fue tomada en Cantú Studio Portraits. 1112 Preston, HOU, TX. Se casaron antes de regresar a México. Ella con la mirada atenta y temblorosa. Él tímido pero firme. La mano izquierdo de Cristino, está empuñada y cubierta por un guante blanco que oculta su mano de obra. La fotografía, que bien podría ser del doble de tamaño de una postal, aún está guardada en un porta retratos cuyo marco hace referencia al tiempo que ha vivido esa impresión. Parece que alguien la ha recortado, probablemente la señora Santos, quien la ha conservado. Quizá alguien intentó meterla donde no cabía. Se conocieron bailando, aún sin saberlo. Así me los imagino, intentando, evitando pisar el pie del otro, con el cuerpo tenso y precavido. Bailes y matrimonios, pasos por aquí y por allá que van juntos y evitan siempre el tropiezo.

Según el censo de Harris County de 1930, Don Cristino ya era residente de Houston a sus 24 años. (Rivera, 241). Residente en un lugar en el que encontraba gusto y trabajo. Dice Cristina Rivera Garza, su nieta, que lo intentó todo: “barrió calles, cargó bultos, boleó zapatos, arregló cables de electricidad, sembró árboles, cortó pastos.” La nieta continúa diciendo que también fue velador de la compañía constructora que se encargó de quitar toda la maleza de su camino para poner en el medio la famosa avenida Navigation y la calle Canal, que ahora forman parte del Second Ward. Además, sembró muchos de los encinos que continúan embelleciendo y dando sombre los alrededores de la Universidad de Rice, ahí en la calle University. (Garza, p. 243).

undefinedImagen: Rice University. Fotografía de Harry Walker. Año: 192X. Archivo creado el 8 de noviembre del 2011.[16]

Entre los diferentes encuentros que tengo con la señora Santos, me doy cuenta de que los nacimientos, cruces y fechas dejan de coincidir fácilmente de un día a otro. Pienso inmediatamente en los fallos de una memoria que ella misma llama deteriorada, con falta de exactitud, como ella llama. Me quedo cuestionando la palabra exactitud y la exigencia de esta. Pienso en las borraduras, modificaciones y conveniencias de la memoria, a veces incluso, de las intenciones. El dolor hace acomodar a una los hechos de la vida de una forma particular, pero también la felicidad. Después de todo, aquellos años treinta y el vivir tan cerca de la frontera exige una movilidad oportuna, creativa, quizá hasta astuta. Tal vez, no era necesario para Santos recordar datos exactos, la memoria se diluye en la medida que pasan los años. Tal vez, su recuerdo estaba más enfocado en la sustancia de los hechos, no en el atine de una periodicidad que puede ser nula en un tiempo abierto, profundo que navega entre diferentes capas de tiempo y memorias. Tal vez, Santos necesitaba ahora más la ambigüedad que la exactitud, después de todo, es ahí donde la memoria encuentra sus mejores descansos.

[“Mientras el presente se volvía más frágil, un suelo cada vez más endeble, el pasado recuperó su imperio perdido.” (Rivera Garza, 240)]

Dice Santos que su padre comenzó a trabajar en rancherías y campos de cultivo que apenas dibujaban lo que ahora es Houston. Era por ahí de los años veinte. Así aprendió pronto del trabajo con el campo y de tecnologías que todavía no se usaban en las tierras que trabajaba en ese México, al que siempre quiso volver.

[Eso Sí fue una Expulsión]

Cuando le pregunto a la señora Santos sobre la deportación de su padre, se confunde en la respuesta. Se confunde en la palabra. Decide no reparar tanto en el recuerdo de si fue o no deportado. No le gusta la palabra deportado. Hizo un gesto de desagrado cuando la mencioné. Prefiere utilizar otras palabras para contarme sobre su padre. Cristina Rivera Garza, no duda en dejar la palabra clara en su artículo “Sonar Wildly” y la pone con todas sus letras: “un deportado de los Estados Unidos que había llegado a la Colonia 18 de marzo junto con su esposa y su creciente familia se convertía por primera vez en dueño de un pedazo de tierra gracias al reparto agrario que organizó el gobierno de Lázaro Cárdenas en la frontera noroeste de México.”[17]” (Rivera Garza, p.4). En este fragmento hay una denuncia y una declaración. La denuncia es que Don Cristino, como muchos otros mexicanos fue expulsado de Estados Unidos. La declaración es que, es en México, donde Don Cristino depositó todos sus anhelos para ofrecer un hogar a su familia tomando el sueño, no muy esclarecido todavía, de que podía volver ahí y ser propietario.

En Autobiografía del algodón[18], Cristina Rivera Garza, narra de una manera profunda, detallada y poética, el contexto político, social y familiar que vivió Don Cristino cuando fue deportado. Escarbando profundamente en el archivo familiar, la autora brinda los suficientes detalles para poder alcanzar a ver o imaginar, lo que no se muestra en las fotografías que me proporciona la señora Santos. Según la autora y nieta, un grupo de 2,104 deportados llegaron en el invierno de 1927 a Matamoros, Tamaulipas (Rivera Garza, 237). Personas que salían de Estados Unidos, con un plan que pareciera bien hecho, en el contexto de la Gran Depresión que hacía carentes la falta de oportunidades y tras una política migratoria que el presidente Hervert Hoover en 1930 anunciaba para limitar la presencia de trabajadores mexicanos.[19] Tan malo era el clima político y laboral que Don Cristino Garza Peña y su esposa Emilia Bermea Arizpe, ya casados, agarraron camino para ese México que tanto les había prometido.

A person sitting on the front of a car

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Imagen: Entró Don Cristino por el llamado Sendero Nacional a producir algodón del bueno, del mejor del Empire y del Delta Pine que pronto enviaban a Estados Unidos, que rápido les hacía ir al Banco Ejidal por la liquidación. Así entró, con orgullo mexicano.[20]

[Sueño en mexicano]

Todo comenzó con un rumor: el generoso gobierno mexicano estaba ofreciendo tierras a campesinos repatriados con experiencia laboral, que, además de conocimientos, contaran con herramientas propias. Para eso Don Cristino se había pintado solo. Hizo repatriar con él no sólo la experiencia inminente que había obtenido en su juventud, trabajando en rancherías de Houston, también hizo cruzar con él herramientas, técnicas e ideales suficientes para trabajar la tierra que, primero Dios, el presidente Lázaro Cárdenas y el Ingeniero Eduardo Chávez, le fuera dada. Don Cristino quizá no era muy religioso, pero sí muy buen creyente. Creyente de que podían lograr ese gran sueño que le convertiría en propietario y dueño de tierra en ese México que siempre considero suyo. Por eso, la historia que se cuenta de Don Cristino podría está alejada, muy alejada, de la idea del fracaso y de aquello que sucede con los que son expulsados. Además, deposita en México el futuro próspero, la idea de progreso, no en Estados Unidos. Por eso el cambio de paradigma, por eso la ruptura de una narrativa que se ha contado casi siempre al revés. Don Cristino tuvo su sueño en mexicano, soñó llegar a ese país que visitaba de vez en cuando y del que, de alguna forma, nunca se fue.

Yo creo que papá al llegar a México vio lo que no estaba bien y por eso quiso ayudar. Yo me siento muy orgullosa de papá por ser tan ayudador y justo. Él ayudó mucho Valle Hermoso y Matamoros, en el medio de esos lugares le tocó su tierra y ahí ayudaba a los ejidatarios. Aunque a veces fueran sus amigos, si hicieron algo mal les decía. Esto ayudó mucho a la gente del lugar, llevaba mucho conocimiento de acá, de la herramienta que era más moderna, ya no era con la mano. Lo que tenía de conocimiento lo aplicó en México, a la tierra, que es lo que daba toda la comida. Papá empezó trabajando con mulas, pero luego se compró su tractor.

Algún truco habría de existir en eso de dar tierras a los repatriados. El gobierno estadounidense quería incentivar el retorno. Por ello, amablemente, dejó que cruzaran algunas de sus pertenencias con ellos. Por eso, amablemente, dejó que cruzaran sus herramientas y utopías. Todo sin cargo de por medio. Dice la nieta Cristina en sus búsquedas de archivo, que la señora Emilia, su abuela, era la más incrédula en todo esto. Pasaba fácilmente de la ilusión a la decepción. Y viceversa. Ella era la más cercana a las bocas hambrientas de sus hijos. A veces eran tantas sus dudas, que alcanzaban a salpicar un poco a Don Cristino, quien pronto se sacudía los temores de sus ropas de algodón. Entiendo a la señora Emilia, cambiar de tierra nunca ha sido fácil. Y la revolución, aunque noble, nunca se pelea con los estómagos vacíos. Además, los cimientos de un hogar se van amalgamando con los años y ellos, ya tenían cierto tiempo y confort en Estados Unidos, donde además había otra familia que visitar. Sin embargo, la repatriación era inminente y el sentido de propiedad seduce fácil.

A family photo of two people and two children

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Imagen: ¿Estos quienes serán hija? Me pregunta Doña Santos cuando juntas miramos la foto.

Parece que es su padre y madre, le contesté. Me responde que, ahí, ya le falta un pedazo a esta familia.[21]

Don Cristino, contaba con una carta de recomendación otorgada por el Brown & Root Industrial Services, el lugar que le ofreció mayor estabilidad laboral y lo hiciera construir varios puentes que le dieron trabajo para largo (Rivera Garza, 239). Ese fue su último trabajo antes del despido masivo que ocasionó la crisis financiera que luego se convirtiera en la Gran Depresión. Pero la carta no sirvió mucho. Pronto tuvo que hacer caso de nuevo a los rumores e ir a una de esas Estaciones (Camarón y Rodríguez), que bien podría ser ahora espacios fantasmales quizá reales, quizá falsos, quizá sólo en la memoria de alguien. Ahí se unieron a la plegaria de otros que, como él, buscaban la tierra que el gobierno prometió. Y sí. Le fue dada una tierra pelona, pero fértil, como dijo la señora Santos, que tenía que tomar del monte para estar completa.

[Cascaritas de Béisbol]

Antes de irse a Tamaulipas, Don Cristino jugó sus últimos partidos de béisbol en Houston. Compartía equipo y cancha con miembros de la Sociedad Mutualista de Trabajadores Mexicanos que, según su nieta Cristina, eran constructores que dejaron su marca en varios edificios levantados en Houston, concretamente en la calle Canal. Este deporte, les hacía juntar y divertir. Y eso, puede resultar peligroso para ciertos gremios del poder. La diversión se cuenta poco cuando se trata de hablar de los sucesos históricos. Quizá esté equivocada. Lo cierto es que Don Cristino, un hombre con cierta timidez en sus ojos disfrutaba mucho de este deporte y de las charlas con sus compañeros. Con ellos jugaba en campos abiertos que la señora Santos llama rancherías. Rancherías llenas de hombres que buscaban ganar algo.

Ahí fue donde Don Cristino sembró y dejó crecer, como los encinos de la Universidad de Rice, un ideal que, a partir de entonces, crecería a favor de la defensa de los trabajadores.

[Conspirar-Conmover-Congregar]

Lo que quizá Don Cristino no se imaginaba cuando era pequeño, era lo tanto que le iba a gustar esa cosa de hablar frente al público. Esa cosa de conmover a los otros; conmover, en el más estricto sentido de la palabra. Esa cosa de ser líder. Aunque su rostro luce cansado en la mayoría de las fotografías que conserva su hija Santos, ella asegura que ese oficio de ser líder era de gran gusto para su padre. Hablar, era algo que disfrutaba mucho hacer. Esa forma tan particular que tenía de hablar, también cruzo de vuelta con él de Estados Unidos. Un liderazgo repatriado. Ese joven rebelde que un día le detuvo la mano a un violento padrastro ahora levantaba la mano en grito de lucha. Cristino quería como todos, propiciar el buen crecimiento de una tierra fértil, a pesar de que la producción, la cosecha y la mano de obra, estuviera destinada para los mismos patrones que tenía en ese Otro Lado que su nieta Cristina pone con mayúsculas.

A couple of men standing together

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Imagen: Cristino tomando del antebrazo a un compañero suyo, trabajador del campo.[22]

A group of men standing together

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Imagen: Cristino hablando, dice la señora Santos cuando me muestra la foto.[23]

Al menos ahora ellos establecerían un par de reglas que protegerían los derechos de los trabajadores. Ellos en plural, los que se reunían para poder discutir el trabajo y administración sobre una tierra que, al igual que ellos, estaba sujeta a los intereses del poder gubernamental, estatal y los burgueses. Por eso las reuniones, por eso las asambleas, por eso la Huelga.

A group of people sitting in chairs

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Asamblea Trabajadores Agrícolas.[24]

Barbechar. Sembrar. Deshijar. Pizcar. Cosechar. Protestar. Dicen los ecos de José Revueltas.[25]

Reunirse, congregarse, organizarse, solidarizarse, congregarse. Protestar.

Todos los males que agitan los corazones, si es que los tienen, de aquellos burgueses capitalistas y gobiernos que se enfurecen rápido ante cualquier intento de comunalidad. Ante cualquier intento de conocimiento. Ante cualquier intento de exigencia de derechos. Ante los campesinos.

A close-up of a passport

Description automatically generated Imagen: En esta foto, dice Santos, casi se borra la huella de mi papá.[26]

Cristino ya había escuchado de la lucha y defensa de los trabajadores al pertenecer a la Sociedad Mutualista de Trabajadores en Houston, le fue fácil parar oreja y luego levantar voz, una buena voz en ese movimiento que les esperaba en su llegada a México, donde poco les sirvió la carta de recomendación que le había otorgado la constructora en la que trabajaba en Houston. Discursos potentes y recios le hacían cada vez más líder. Protagonista. Le hacían aparecer en una tierra donde ya había muchos desaparecidos. Discursos que caían bien en los hombros de los trabajadores, pero no tanto en el cuerpo desesperado de una esposa que tenía muchas bocas que alimentar. Aún con ello, dice Santos, ella le seguía, ella seguía creyendo.

A group of men posing for a photo

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Imagen: Ojalá pudiera verse bien todo lo que dice esas letras, dice Doña Santos, así nos enteraríamos bien qué pasaba en esta foto. Mira, dice 1950. Quién sabe quién escribiría eso.[27]

Dice Rivera Garza, que los hombres que asistían a las asambleas vestían el uniforme del algodón: pantalón caqui y camiseta blanca. Dice además la autora, en su exploración sobre la palabra hindi Khaki, que ésta significa camuflaje. Sí, disimulaba muy bien el sudor o la sangre. Los caquis, aunque lucían formales, poco ayudaron a los repatriados a que se camuflajearan, pues eran quienes más los usaban en sus andares por esas reuniones. (Rivera Garza, 262).[28]

Cristino Garza Peña mi papa.[29]

Difícil fue para mí encontrar una fotografía de Don Santos con su ropa de campo. Quizá, algo o mucho tiene que ver con que, lo que siempre se registra es el acontecimiento, lo que pareciera importante, lo público, la aparición. Eso me hace pensar en todo eso que Don Cristino no era cuando no era líder. ¿Quién era ese hombre en casa? ¿Aplicaría sus propios ideales en la cotidianeidad de su hogar, de su familia? ¿Contaría todo lo que sentía? ¿Jugaría con sus hijas, las subiría a su espalda? ¿Le daría besos de llegada y despedida a Doña Emilia? ¿Conservaría esa mirada tímida todo el tiempo? ¿Se carcajearía?

[Ganas de Con-vivir]

¿Usted sabía de lo que hablaban en las reuniones? Le pregunto a la señora Santos. De muchas cosas hija, me responde. De todo lo relacionado a las necesidades de la tierra y la cosecha. Del agua. Del campo. De que algunas veces había mejor cosecha que otra. De los problemas con la tierra. De los problemas con los hombres. Del gobierno. De las otras juntas que había en otros grupos. Del presidente. De sus herramientas. De lo que les faltaba. De lo que no les faltaba. De todo hija. Eso sí eh, siempre con su buen cafecito o cervecita.

A group of people sitting at a table

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Imagen: Coca-Cola para todos.[30]

En varias de las fotos de las reuniones en las que estaba presente el señor Don Cristino, aparece comida, bebidas y una que otra risa de alguien alrededor. Eso me hace pensar en la palabra diversión. Me hace pensar también en el sentido de convivencia. Dicen que la palabra convivir está muy asociada con la palabra conspirar. Dicen que la palabra conspirar significa respirar juntos. Ahí estaban esos hombres atendiendo, atentos, conspirando y conviviendo. Que bueno que en las fotos se alcanza a vislumbrar un poco de diversión. Al menos comida y bebida. Como decía Fausto Reinaga en La Revolución India, a veces se necesita de un desfogue emocional cuando la injusticia abunda en un cuerpo.

A group of people sitting at tables

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Imagen: Congregación de trabajadores agrícolas.[31]

Mi papá ayudó mucho a sus compañeros los ejidatarios, es decir, a las personas a las que el gobierno les dio tierra. Se encargaba de que el gobierno les diera lo que se necesitaba, la semilla para sembrar. Lo que le gustaba a mi papá era la justicia, no le gustaba que nadie se aprovechara de nadie, juntaba los grupos para ver qué necesitaban los ejidatarios, él siempre estuvo representando, le nacía y lo hacía muy bien. Mucha honestidad. Tuve un papá humanitario que no aceptaba la injusticia. Era muy justo porque si se echaba a perder la cosecha les afectaba a todos, no sólo a los trabajadores. Prestaba muchas cosas, lonas, herramientas, dinero y mamá siempre estaba al pendiente de que todo se lo devolvieran. También le tocaba tomar precaución de cierta gente, ya sabe la envidia.Tenía sus grupos de ayuda en la región, llevaba a los trabajadores que necesitaban ser escuchados en otros lados, por ejemplo, cuando necesitaban que aumentara la producción de algodón iba con ellos a hablar sobre el tema a otros lugares.

[Algodón/Oro Blanco/Gossypium Hirsutum]

En Valle Hermoso se levantaba muy bien el algodón, la tierra estaba bien buena para trabajar, era virgen. Cuando llegaron a México, Doña Emilia y Cristino comenzaron a vivir en una pequeña casa improvisada. Como su mismo estar en esos primeros días que los acompañaron en ese México que les prometió tanto. Según la señora Santos, batallaron cuando llegaron ahí. Iban buscando lugar, trabajo y comida, sobre todo comida para sus dos primeros niños Héctor y Tomasita. Pero las llegadas siempre cuestan y más con un conflicto sindical como aquel que, además, no les esperaba. Algunos días Don Cristino hacía nacer el optimismo en las jundas y reuniones que le hacían notar. Optimismo que mucho le costaba sostener a una esposa que tiene que alimentar niños y sostener una casa que, todavía no terminaban de tener. De ahí que pensaran la vuelta a Houston, el lugar donde después de todo, tenían familia.

Se organizaban por grupos y según los territorios donde las personas, como Don Cristino tenían familiares. Otros, en función de los territorios donde deseaban establecerse. Emilia y Cristino decidieron irse a La Carreta, donde había más tierras de cultivo y agua. Aunque no resultó ser la mejor opción. No había el agua que decían. Por eso pronto se fueron a San Fernando, donde nació en 1938 la señora Santos y años después Yolanda. (Rivera Garza, 250). Ahí comenzaron a establecerse un poco más y la tierra les permitió un poco de cosecha.

Habría que tener suficiente mano de obra para generar ese oro blanco que llamaban algodón. Habría que desarrollar comunidad alrededor que lo realizara.

Habría que aprovechar la mano de obra y experiencia de aquellos deportados que venían de Estados Unidos con experiencia y tecnología.

Habría que poblar el Norte inquieto del país.

Habría que generar agua donde no la había.

Habría que construir vías de tren, vecindarios, restaurantes y familias.

Habría que producir algodón.

Habría que seguir bien el plan de quien es considerado uno de los mejores presidentes que ha tenido ese México que ha sido muchos, el general Lázaro Cárdenas del Río, quien gobernara de 1934 a 1940 en México, en plena época de Don Cristino. Cárdenas, como Cristino, depositó muchos ideales en esa frontera, en ese pedazo de tierra testaruda donde apoyó la construcción de ese gran bordo de defensa que requirió mano de obra de muchos trabajadores, sin querer, o queriéndolo mucho, convocó a Don Cristino, uno de los repatriados que, según los ingenieros que contrató, confió para que con su conocimiento moderno traído de Texas se volviera un agricultor y habitante de una de las colonias que fundó. Entre ellas, la Colonia Anáhuac en 1937, con familias que llegaban de Monterrey o la 18 de marzo, también conocida como Ciudad Valle Hermoso fundada en 1939, donde se asentó Don Cristino. Y no, no fue repatriación, fue expropiación de tierras, asegura Rivera Garza. Tierras que utilizaron de ancla para atraer a pobladores idóneos a un lugar que ocupaba mano de obra.

Se hablaba sobre la producción milagrosa del oro blanco, que comenzó su gran cosecha alrededor de 1932, pero nunca de la huelga de la Estación Camarón que tuvo un número importante de trabajadores manifestándose, que dicen, ocurrió por ahí de 1934. Nada se dijo, como a veces también pasa cuando sucede la historia. Historia vuelta ficción y viceversa. Bueno sí, mucho ya dijo Rivera Garza en su Autobiografía del Algodón y, según ella, antes y a su manera, José Revueltas en su Luto Humano.[32] Algo se dijo. Algo se está diciendo.

Según Rivera Garza, la huelga de la que nadie habló en la Estación Camarón, fue conocida como la huelga Ferrara, debido a que iba en contra de los colonos J. Américo Ferrara y Otilio Gómez Rodríguez, quienes pagaban sueldos ridículos. Por eso, en parte la creación de un sindicato que exigiera mejores condiciones laborales y estuviera alejado de los intereses del capital (Rivera Garza, 24). Los trabajadores interrumpieron la producción de algodón para exigir sus derechos y con mucho esfuerzo y resistencia, fortalecieron el sindicato a través de reuniones, protestas y huelgas.

A sign in a field

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Imagen: Repatriados Bienvenidos a la Colonia 18 de marzo.[33]

Don Cristino al igual que muchos otros, creyeron en ese súper cartel que les decía Bienvenidos Repatriados. Ahí depositaron, junto al gobierno de Lazarito y el plan de colonización que lo convertiría de nuevo en agricultor, toda su esperanza. Aunque desde ese día sonrieron a la esperanza, fue hasta 1943 que les entregaron los papeles que los volviera propietarios de 10 hectáreas de tierra en el ejido Urbano de la Rosa, entre Valle Hermoso y Anáhuac (Rivera Garza, 253). Ese Valle Hermoso y Anáhuac que tuvieron que crearse para creerse. Primero con sus vías del tren, luego con la oportunidad, la gente y al final la esperanza. Quizá mejor al inicio, para que muchos, como Don Cristino, creyeran en ese desierto que, como ellos y Lázaro, tenían que hacer milagros.

Dice el dicho que todo lo que mal empieza, mal acaba. Al menos, quizá, lo que empiezan los hombres. La tierra necesitaba descanso y el agua necesitaba desaparecer. Llegaron pronto las plagas sobre los campos de algodón y la naturaleza hizo lo suyo. Todo se enferma después de ser explotado, sustraído, utilizado. Además de que los trabajadores hicieron su huelga, la tierra, semillas y agua también. Cosechas malas por venir. Se exigía un mejor tratamiento del trabajador y del agua. Se afligían con las plagas, con los pagos al Banco Ejidal, las intenciones de los políticos y la codicia de los burgueses. Sí, de los insecticidas que le hacían tanto mal a la tierra. Había que arrancar esa mala hierba. Por eso la huelga del hombre y la tierra. Había llegado el bicho. Ni los fertilizantes que le tiraron encima a través de las avionetas pudieron detenerle.

“los picudos algodoneros tardaban unos 25 días en desarrollarse dentro del algodón, donde se protegían 50 días después de eso, pero en ese tiempo una hembra podía poner hasta 250 huevecillos e infectar 100 botones florales y frutos, si no es que más. Los orificios eran las heridas que dejaban alimentando de ella.” (Rivera Garza, 267).

Era un bicho pequeño, pero resistente y la resistencia sabe ganar sus batallas. Tras el fin de la producción del algodón, Doña Emilia y Cristino tuvieron que irse al Cascajal en Tampico, Tamaulipas, la última casa de Don Cristino.

[¿Y.…Doña Emilia?]

Ahí tenía usted a mi mamacita, me cuenta Santos, viendo a través de la ventana cómo venían a buscar a papá los señores con el apuro de algún consejo para manejar sus tierras. A ella no le caía muy bien que vinieran a buscar tanto a papá, decía que le quitaban mucho tiempo. Además, algunas veces los tenía que atender, ofrecer, aunque sea un cafecito, que no era mucho, pero era algo. Mi papá hacía lo que era correcto, no era aprovechado, al contrario, les prestaba dinero, cuando levantaban cosecha le pagaban de vuelta. Cuando lo buscaban, se quedaban un buen rato a platicar con él. Tenía mucha plática y le gustaba pasar mucho tiempo así, platicando, con su cafecito. Yo le llevaba el café a papá.

Mamá siempre fue muy limpia.

Doña Santos se detiene en un pensamiento de nuevo, mira fijamente hacia su cama, donde en ese momento se encuentra sentada. Mira fijo, fija, como si a través de ella, se trasladara a su pasado, a sus memorias. Cuando regresa de ese desvío en su cama me dice:

Mamá no era como papá. Ella era diferente. Tenía el carácter más duro, más seria. No tenía la paciencia de papá. Eso sí, nunca renegaba. A veces me pasa algo que ni ella me creía. Haz de cuenta que veo el camino por donde mamá andaba cuando le iba a dar de comer a papá al campo y yo todavía estaba dentro de su barriga.

A stone building in the desert

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Imagen: La señora Santos señala esta casa como aquella donde crecieron en Tamaulipas.

Menciona que ahora la casa está derrumbada por no existir alguien que cuide de ella.[34]

Emilia Bermea Arizpe nació en Villa Unión, Coahuila. A los 16 años cruzó la frontera por Eagle Pass para trabajar con sus padres y hermanos en el sur de Texas. (Rivera Garza, 244). Conoció a Don Cristino en Houston, ahí se casaron.

Por parte de papá todas sus hermanas eran muy lindas. Por parte de mamá eran más fuertes de carácter, más rígidas, no las culpo fueron muy maltratadas de niñas y eso les cambia mucho.

El comentario de Santos me hace pensar en la cotidianeidad de aquellas mujeres cuando vivían en esa región de Tamaulipas, tan cerca de la frontera, tan cerca del Río que les dividía en nación. Tan cerca de una lucha que, aunque no era de ellas, les afectaba directamente. Tan cerca de aquello que llamaban progreso y oportunidad, pero tan lejos de las escuelas, de las juntas ejidatarias y reuniones comunitarias. Tan lejos de ser consejeras o líderes. Tan lejos de que vinieran a buscarlas a través de las ventanas y confiaran en su palabra. Tan lejos de ser escuchadas, como a Don Santos.

A couple of women standing in front of a house

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Imágenes: Rostros de las mujeres que Santos guarda cuidadosamente en sus álbumes. [35]

Imagen: Mujeres y esposas por delante, manos cruzadas por el frente del vientre, para sostenerse a sí mismas.[36]

Pienso en ellas, en esas mujeres atravesadas también por un territorio que, como la tierra misma, eran mejor apreciadas cuando eran, fértiles y puras para conformar familias y ser madres. Fértiles para concebir y dar cosecha, para producir y dar alimento. Pienso en los momentos de confusiones que, posiblemente sintieron algunas, las imagino en esas noches en las que no entendían muy bien qué hacer con sus vidas, pienso en las que tuvieron dudas sobre el matrimonio, si es que las hubo, sobre el hombre con el que se casaron, pienso incluso, en aquellas para las que la lucha sindical trabajadora y estos Sistemas de Trabajadores se convirtió en una lucha propia, por la ausencia del hombre, por el trabajo extra que significaba para ella la crianza de los hijos, por los conflictos y enfrentamientos con los que tuvieron que lidiar ante las tensiones al interior de los grupos y con entidades gubernamentales, porque a ningún gobierno le ha caído bien la organización comunitaria y la lucha por los derechos de los trabajadores, mucho menos los del campo. Pienso en ellas, cuyo trabajo indirecto, para que sus hombres atendieran las causas sociales, tuvieron que hacer más, mucho más y al contrario de ser reconocido, se les condenaba por tener un mal carácter y mala recepción ante la causa. La causa social, que, aunque noble, las invisibilizaba también, les ponía más trabajo encima, como a la misma tierra o les hacía un lado para que no se vea mal su presencia.

A group of people sitting at a table

Description automatically generatedA group of people sitting at a table

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Imagen: Pienso en ellas, en esas mujeres que siempre quedaron en la esquina.[37]

No, ninguna alcanzó la sonrisa de las Reinas de Algodón que se presumían como parte de las grandes atracciones de Valle Hermoso. Esos reinados sí pedían una sonrisota que deleitara los ojos de los espectadores y les hiciera ganar lo necesario para construir las columnas de una iglesia. Esas, Nuestras Reinas Soberanas, como le llamaba su pueblo, eran coronadas por el presidente municipal y por la mirada del pueblo.

A group of women wearing tiaras and crowns

Description automatically generatedImagen: Señorita María Guadalupe Gonzáles, Reina del Algodón en 1952. Recibió su reinado con el más sofisticado trono traído de Saltillo, Sonora.[38]

¿Podría contarme un poco más de su madre?

Claro. Mi madre era muy blanca, pelo castaño. Era fuerte de carácter. Era muy bajita, por esto tenía que hablarle recio a papá, que era muy alto. Papá tenía una manera de sobrellevarla. Cuando hablaba, era como si estuviera enojada, aunque no lo estuviera.

¿No será que su madre sólo estaba cansada?

Sííí, como no.

“Las niñas que viven en el campo no tienen mucho tiempo para ver el cielo.”

(Rivera Garza, 255)

A Emilia Bermea le gustaba mucho decir cómo hacer los quehaceres de la casa bien, también lo que se debe y no hacer. Murió a sus 92 años. Le dolía una rodilla. Le gustaban los pájaros. Cuentan que Lázaro Cárdenas le estrechó la mano.

El trabajo de mi papá nos hizo muy fuertes. Por ejemplo, yo no fui a la escuela. Yo fui tres meses. Como no estábamos muy desenvueltas, quedábamos conformes porque vivíamos en el rancho, no comparas nada como aquí, por ejemplo, tu casa. De niña no había problemas. En la vida de rancho no hay mucha ambición. Los sueños en el rancho son muy cortitos, era que se levantara la cosecha o que nos compraran nuestra ropa.

“Tomasa. Santos. Yolanda. Ilda. Esthela. Los trabajos eran muchos: alimentar las gallinas, pelar papas, ordeñar vacas, coser vestidos, matar gallinas, elaborar queso y ayudar, en el tiempo de la cosecha, con la pizca de algodón. Además, las cinco niñas de los Garza Bermea caminaban a diario unos cinco o seis kilómetros para asistir a la escuela.” (Rivera Garza, p. 255).

¿Diría que fue feliz señora Santos?

La felicidad no está en los lugares, está en una. Hay que ambicionar cuando una es joven, ahora con 84 años la cosa es no caerse. Yo estoy feliz, vivo bien contenta. No soy envidiosa, ni me arrepiento de no haber aprendido algo que no quería. Aprendí los principios del amor con mi papá y mamá. Mi mamá trabajó mucho. Yo trabajé 42 años en la Universidad de Houston barriendo, hacía muchos pisos, lo hacía contenta, era un trabajo que hacía para vivir, por eso lo hacía contenta. La gente debe tener ambiciones para prosperar y salir adelante, pero sin recursos no se puede, pero eso no es motivo de amargarse.

[Volver a la Tierra]

El viernes 6 de abril de 1973, muerte de papá, escribió la señora Santos debajo de la nota periodística que publica la muerte de Don Cristino. Según el periódico La Opinión de Matamoros[39], su cuerpo fue trasladado en una carrosa y llevado a su casa en el poblado Anáhuac. En la nota, se destaca su trayectoria como líder sindical y agente comunitario “honradez, laboriosidad y afán de trabajo y progreso.” Tanto instituciones oficiales, como líderes campesinos, acudieron a su despedida. Dice la Señora Santos que murió del corazón. Dice Cristina Garza que fue el Cáncer.

A group of people standing around a coffin

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Figuró como Síndico, Ministerio de Ley, Agente del Ministerio Público, Juez Civil y Secretario General del 18avo. Comité Regional Agrario, además ocupó la Presidencia del Comité Municipal del Partido Revolucionario Institucional.

A newspaper with a group of people

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Los había llevado a Tampico la misma idea que lo trajo a México: la ilusión de comenzar de nuevo. Ideal difícil de cumplir cuando han pasado los años. Después de todo, las plagas habían ganado, los créditos habían terminado y esas hectáreas que amablemente fueron concedidas por el ingeniero Eduardo Chávez, no era fácil de vender. Habría que irse a un lugar más grande, donde al menos, hubiera una escuela que ofrecer a las más pequeñas de su familia. Habría que irse con ganas, con muchas ganas de empezar de nuevo.

Imagen: Don Cristino recargado en una columna que le detiene el cansancio.[40]

Era una persona muy callada y tú sabes que las personas que se callan mucho sufren más. A veces le faltaba dinero y no decía nada. Esperaba hasta levantar cosecha para pagar sus deudas. Además, como fuimos puras mujeres, ninguna pudo irse de completo a trabajar al campo. Acompañarlo. Aunque sí ayudábamos en alguna que otra cosa, como la pizca. Era mucho trabajo para él, solo, en ese mundo de hombres. Quizá le hubiera venido bien la compañía de un hijo para que le ayudara en sus cosas. Sí, terminó cansado. ¿Ha de ser difícil defender mucho gente, verdad?

Conversando con el archivo: Borraduras, intervenciones y silencios

Tengo frente a mí, el archivo que la señora Santos me ha puesto en las manos. Con voz y mirada, me ha pedido que cuente la historia de su padre. Me quedé pensando en la responsabilidad de entrar en una memoria que no es mía. Por la forma en la que trataba y mostraba sus álbumes, pensé que dudaría en prestármelos. Sin embargo, la determinación con la que los sostenía cuando los puso en su cama, fue la misma de cuando los puso entre mis manos. Tómalos, me dijo. Haz lo que tienes que hacer. Me expreso el deseo de que, estas fotografías y documentos algún día estuvieran cerca de esas tierras donde su padre vivió. Quizá, en una de las bibliotecas cercanas. Sería lo justo, me dice. Le digo que, en ese caso, valdría mucho la pena que existiera una copia digital de su archivo familiar también en Houston, donde ahora vive ella. Mejor aún, generar un archivo digital que pudiera alcanzar a vivir en la biblioteca donde ella trabajó durante muchos años. ¿Qué le parece? Le pregunto a la señora Santos. Maravilloso, me contesta.

‘

Imagen: Don Cristino en presencia en el cuarto de escaneo de Arte Público Press.[41]

Doy vuelta cuidadosamente a cada hoja de esos dos libros álbum que ahora me acompañan en casa. Durante los días y, algunas noches, observo detenidamente cada fotografía que se encuentra dentro. Unas miradas me piden más tiempo que otras. La mirada de Don Cristino sobresale. Le observo en las diferentes posturas, gestos y posiciones que fueron capturados en sus retratos. Captura de foto ¿Cuándo comenzó a llamarse así? ¿Qué se captura? ¿Qué se hace prisionero aquí? ¿El momento? ¿El acontecimiento? ¿El recuerdo? ¿La persona en ese momento?

Tomo el retrato de Don Cristino que siento, me mira más fijo. Nos quedamos mirando. Mirar a los ojos de alguien, aunque sea en fotografía, siempre me ha provocado un encuentro. Es una manera de provocar la evocación. Entrar a esa memoria ajena con respeto y humildad. Con gusto. Estar en una forma de presencia. En presencia. Con la escucha abierta. Abrir ese tiempo profundo del que soy parte. Por eso, pido permiso y pregunto: Cristino Garza Peña ¿Me permite entrar?

Cristino susurrando me dice: Ojalá pudiera invitarte pasar a casa. Aunque ya no sé si existe o no. Parece que la han mandado derribar porque ya no hay quien ocupe ahí. Tampoco quien la cuide. Esa casa se volvió sola y a mí, la soledad nunca me gustó. Me gustaba estar entre mis muchachos, conversando. Entre mis hijas, mis gallinas y la tierra. Al final, allá vamos, a Entierranos. Nos volvemos juntos con la tierra y navegamos por esos aires bravos de este desierto que siempre me costó tanto entender.

¿Esa era su casa Cristino? Quien sabe, me contesta. Anduvimos en varias. Todo dependía a dónde nos llevara la oportunidad. Dice mi hija Santos que esa era la casa del rancho. La vi cuando te señaló con el dedo en la foto. Sabrá Emilia mejor qué casa sería. ¿Parecen ruinas verdad? ¿Parecen escombros, como dijo mi nieta en su libro? Sea lo que sea, tuvieron que derrumbarla porque de querer, nos sobrevive por varios años más.

Mire, me imagino a Don Cristino diciendo, acá está mi mamacita. Nos íbamos a tomar estas fotos al estudio Cantú, allá en Houston. Dice mi hija Santos que todavía existe, pero yo lo dudo.

¡Qué precioso marco! Se siente rígido, valiente, resistente. Se siente el tiempo al tocarlo. Aún sostiene la foto. La guarda. La preserva. Bien enmarcada. Ninguno en la foto ha podido salir de ahí. Nadie se ha borrado. Tampoco los nombres en cursiva se han difuminado. Todos mirando al frente, como seguro les indicó el fotógrafo. Todos intentando sonreír. Algunos cuerpos más dispuestos que otros. Todos con los ojos bien abiertos para no repetir la toma. Todos esperando a que el conteo llegue a cero. Todos en la pose, creando una foto familiar. Creando un recuerdo. ¿Quién habrá escrito los nombres? Pareciera que fue la misma persona, la letra es la misma. Ese Studio Cantú sabía bien del trabajo que estaba haciendo: su fotografía sigue viviendo.

En este estudio fotográfico, se retrataron muchas familias, incluyendo la de Don Cristino y después, la señora Santos Garza Bermea. ¿Qué podrían contarnos los estudios fotográficos? En estos se generan fotografías que se vuelven archivo. Huellas que, seguramente, encuentran más lugar en el futuro. Habría que considerar estos estudios como parte fundamental de la generación de archivo. De su preservación. Creadores de un presente que va en busca de futuro para existir. Creadores también de todo aquello que no sirvió o funcionó porque las personas salían mal en la foto o cerraron la foto o estaban mal expuestos a la luz ¿Cuántas fotos tuvieron que tomarse de nuevo? ¿Cuántas encontraron lugar en la basura? ¿Cuántas, ya en la basura, se revelaron (de su revelación) y llegaron con astucia a un pedazo de piso, state sale o a una cantina vieja de esas que colocan fotos de desconocidos para ponerle carácter a la pared? Quien sabe.

¿Qué tanto nos cuentan las fotografías? ¿Qué nos dice su paso del tiempo en los materiales que la soportan? ¿Qué nos cuentan las manchas, los rayones, las notas escritas, las intervenciones? Comienzo a seguir las pistas que han dejado esas fotografías que han vivido más que yo. Ese papel fotográfico que ha sabido resistir a los años, familias y el registro en carne propia. O en papel propio, mejor dicho.

Imagen: Esta foto se encuentra dentro de una especie de folder que alguien improvisó. Hay que abrirlo para poder descubrir la imagen y la pequeña nota que la acompaña.[42]

Pareciera que es un recuerdo que alguien regaló. Otro alguien o quizá el mismo que preparó el recuerdo, se aseguró de registrar los nombres de quien ahí aparece. Parece que esta foto ha tenido varias intervenciones. Las tintas de la fecha son de diferentes colores.

En varios de los reversos de las fotografías hay notas, nombres, fechas o información que se relaciona a lo que muestra la imagen. Sin embargo, la legibilidad a veces puede ser difícil a la hora de interpretar. Eso me hace pensar en las posibilidades que tengo como lectora de este archivo en modificar un nombre o una fecha. Modificar algo, puede ser determinante a la hora de contextualizar una imagen. Ante ello, me pregunto, ¿Cómo nos aseguramos de interpretar, de la manera más fiel y oportuna el archivo? ¿Qué veracidad o duda podría tener el archivo? ¿Podrían detectarse esas pequeñas modificaciones o lecturas? ¿Será nuestra interpretación una nueva forma de vida para el archivo? ¿Cómo se puede ir tergiversando o desviando una historia o la vida de la persona ante todas las posibilidades de lectura? Por otro lado, ¿qué nos podría estar contando la letra en sí misma, al ser lo más táctil y cercano a quien apareció ahí? Quizá la verdad no sea del todo oportuna, tal vez, la memoria sólo sabe responder a los intereses de quien la conserva.

Una serie de firmas que dejan huella de todas las personas que estuvieron ahí. Cada uno firmó la fotografía para asegurar su presencia, asistencia y, sin querer, preservación de su nombre a través del tiempo. Firmas que les identifican, dan nombre y demuestran la congregación. El pulso y tacto de aquellos hombres que asistieron una tarde a una asamblea. Ante esta firma “comunitaria” de archivo me pregunto ¿cuántas otras formas de aparecer pueden existir en estos documentos más allà del retrato? ¿cómo estas presencias, en tinta, significan el nacimiento de otra búsqueda? ¿Cómo la rayadura, la anotación, la intervención pueden ser una forma de memoria? ¿Cómo estas intervenciones se convierten en una especie de converesación intergeneracional?

Esas letras comenzaron a escribirse en rojo, quizá no sirvió la tinta y tuvieron que escribirse en azúl.

Conservar el archivo, preservarlo, cuidarlo e interpretarlo es algo que ha gustado mucho hacer a la señora Santos. Lo que le preocupa cuando lo ve es no acordarse de los nombres, rostros, incluso de las notas que ella misma ha dejado ahí. Le preocupa la memoria. Su memoria. Por eso, se ha encargado de generar sus propias marcas o señalamientos que le den un poco de pistas cuando el olvido o la confusión acechan. En las fotografías, señala a su padre sobre la frente o encima de su cabeza con una pequeña flecha, paloma o Papa, que ha puesto con un bolígrafo. La señal sobre él es otra forma de nombrarlo. Algunas veces, el señalamiento se encuentra cerca de una firma que podría ser de Don Cristino. De esta manera, se asegura de recordar el rostro de ese hombre que, conforme pasan los años, comienza a perderse entre los rostros de aquellos que se encuentran a su alrededor.

¡Qué brujería es esta de tener un archivo en casa! Las fotos se caen. Las fotos te miran. Las fotos te preguntan. Tú preguntas a las fotos. Los pliegues de plástico que las protegen, cuidan con recelo que nadie las toque. Los marcos, pigmentados por el paso del tiempo, no dejan salir a la fotografía con la que han vivido muchos años. Los vestidos de las mujeres parecen moverse con el viento que produce el cambio de página. Los hombres sentados en las mesas parecen estar a punto de hablar, de beber. Las muecas de las mujeres quieren dejar de ser muecas. La comida en la foto parece estar intacta. Las ropas todavía limpias. Unas fotos encimándose a otras. Unas rebeldes y chuecas. Otras más pequeñas exigiendo la cercanía de mis ojos. Algunas todavía guardan perfume. Perfiles y de frente. Lejos y cerca. Borrosas y nítidas. Intervenidas o solitarias. Grises o amarillentas. Firmes y arrugadas. Parlanchinas o calladas. ¡Qué brujería es esta!

Agradecimientos

Agradezco profundamente la provocación de Cristina Rivera Garza, quien me incitó a explorar parte de su archivo familiar sabiendo que, las historias de vida de migrantes mexicanos en el contexto rural, son parte fundamental de mis intereses de investigación. De igual manera, agradezco a la Señora Santos Garza Bermea por su amabilidad, tiempo, palabra y disposición para compartir el archivo familiar que concentra en gran parte la historia de vida de su padre, Cristino Garza Peña. No puedo dejar de mencionar a USLDH Grants-in-Aid Comité representado por Gabriela Baeza Ventura, Carolina Villarroel y Lorena Gauthereau, quienes confiaron en mi propuesta de investigación, me aconsejaron y han acompañado mi trabajo desde siempre. Reconozco también la guía de Linda García Merchant quien me ha ayudado a entender de una manera más eficaz el trabajo y proceso del archivo, así como sus tecnologías. Es prudente reconocer a Arte Público Press como el espacio donde encontré todo el equipo, soporte y herramientas necesarias para poder procesar el archivo de Cristino Garza Peña. Siempre agradecida también con mi primer lector Dillon Scalzo.

NOTA

Este trabajo intenta plasmar la voz y relato de la señora Santos Garza Bermea, voz que he tenido el privilegio de escuchar reuniéndonos, entre mayo del 2023 y enero del 2024 en su casa ubicada en Houston, TX, donde actualmente vive. Algunas veces generando entrevistas a profundidad, otras un poco más informales, pero con mucha escucha. Mi trabajo y escritura están influenciados por el trabajo de Cristina Rivera Garza y su Autobiografía del algodón, libro que, además de ofrecerme un panorama e imaginario más completo de la vida de Don Cristino, ha sido un modelo a seguir para explorar el archivo familiar de una manera sensible, poética y comprometida.

Obras Citadas

Anónimo. "Trajeron de Tampico Los Restos del Señor D. Cristino Garza Peña.” La Opinión de Matamoros, 6 de abril de 1973, p. 4-A.

Duran, Arturo. “Ex Reinas de Las Fiestas de Valle Hermoso Tamaulipas.” Www.youtube.com, 26 Feb. 2019, youtu.be/nJD0gru-0i0?si=_TJs2Pfpf8Bi7vU_. Accessed 01 Jan. 2024.

Duran, Arturo. “Historia de Valle Hermoso, Tamaulipas.” www.youtube.com, Arturo Duran Films, 11 June 2020, youtu.be/81ocBWdh7rw?si=M4VymhuTmJuBQroU. Accessed 02 Jan. 2024.

Fitzgerald, David. “Que Se Queden Allá: El Gobierno de México Y La Repatriación de Mexicanos En Estados Unidos.” Migraciones Internacionales, vol. 5, no. 1, 2009, pp. 235–37, go-gale-com.ezproxy.lib.uh.edu/ps/i.do?p=AONE&u=txshracd2588&id=GALE%7CA226475616&v=2.1&it=r&aty=ip. Accessed 12 Nov. 2023.

Gamio, Manuel. El Inmigrante Mexicano: La Historia de Su Vida. Entrevistas Completas, 1926-1927 . 1969. Primera edición, Miguel Angel Porrua, 2002.

Garza Bermea, Santos. Entrevistas a Profundidad Con Santos Garza Bermea. Entrevista por Maribel Bello, 29 septiembre 2023/16 octubre 2023/25 noviembre 2023/10 enero 2024. Conversación y recuperación de archivo.

Reinaga, Fausto. La Revolución India. 1. ed, Ediciones PIB (Partido Indio de Bolivia), 1969.

Revueltas, José. El Luto Humano. 1943. 1a edición en Lecturas mexicanas, Ediciones Era, 2014.

Rivera Garza, Cristina. Autobiografía Del Algodón. Primera edición, Literatura Random House, 2020.

Rivera Garza, Cristina. “Sonar Wildly: Una Escritura Geológica de Gloria Anzaldúa.” Mistral | Journal of Latin American Women’s Intellectual & Cultural History, vol. 1, no. 1, May 2021, https://doi.org/10.21827/mistral.1.37552. Accessed 9 Nov. 2023.

  1. Foto tomada el 13 de abril del 2023 en la sala de la señora Santos. ↑

  2. Foto tomada por Maribel Bello en la entrada de Santos Garza Bermea. ↑

  3. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  4. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  5. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  6. Archivo familiar de Santos Garza Bermea ↑

  7. Foto tomada por Maribel Bello el 13 de abril del 2023 en la sala de la señora Santos. ↑

  8. Esta copia de publicación forma parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  9. Samira Zaidi. “Making an appearance: Custodian takes pride in keeping library in shape.” UHCN. University of Houston, 14 February 2002. No page. ↑

  10. Véase al respecto: Cristina Rivera Garza. 2021. “SONAR WILDLY: Una escritura geológica de Gloria Anzaldúa.” Mistral: Journal of Latin American Women’s Intellectual & Cultural History 1 (1): 1-11, https://doi.org/ 10.21827/mistral.1.37552. ↑

  11. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  12. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  13. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de la Señora Santos Garza Bermea. ↑

  14. Esta foto pertenece al archivo familiar de Santos Garza Peña ↑

  15. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  16. Esta fotografía es parte de Architecture & Planning Research Collection. Burdette Keeland Architectural Papers de la University of Houston y pertenece al fotógrafo Harry Walker. Cuenta con todos los derechos reservados. Link: https://id.lib.uh.edu/ark:/84475/do7303qx26c ↑

  17. Rivera Garza, Cristina. 2021.“SONAR WILDLY: Una escritura geológica de Gloria Anzaldúa.” Mistral: Journal of Latin American Women’s Intellectual & Cultural History: 1-11, p. 4 https://doi.org/10.21827/mistral.1.37552. ↑

  18. Véase al respecto: Rivera Garza, Cristina. Autobiografía del Algodón, Random House, 2022. ↑

  19. United States Holocaust Memorial Museum. “Introduction to the Holocaust.” Holocaust Encyclopedia. https://encyclopedia.ushmm.org/content/en/article/introduction-to-the-holocaust. Accessed on January, 2024. ↑

  20. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  21. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  22. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  23. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  24. Esta foto es parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  25. Véase al respecto: Revueltas, José. El Luto Humano. 1943. 1a edición en Lecturas mexicanas, Ediciones Era, 2014. ↑

  26. Esta foto es parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  27. Esta foto es parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  28. Esta foto forma parte del Archivo Familiar Santos Garza Bermea. ↑

  29. Esta foto es parte del archivo familiar de Cristina Garza Bermea. ↑

  30. Esta foto es parte del archivo familiar de Cristina Garza Bermea. ↑

  31. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de la Señora Santos Garza Bermea. ↑

  32. Véase al respecto: Revueltas, José. El Luto Humano. 1943. 1a edición en Lecturas mexicanas, Ediciones Era, 2014. ↑

  33. Esta imágen aparece en el reportaje de Valle Hermoso de Arturo Durán, 2019. Véase al respecto: Duran, Arturo. “Historia de Valle Hermoso, Tamaulipas.” www.youtube.com, Arturo Duran Films, 11 June 2020, youtu.be/81ocBWdh7rw?si=M4VymhuTmJuBQroU. Accessed 02 Jan. 2024. ↑

  34. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  35. Estas fotos forman parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  36. Foto que pertenece al archivo familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  37. Esta foto forma parte del Archivo Familiar de Santos Garza Bermea. ↑

  38. Esta fotografía forma parte del reportaje de Arturo Durán sobre “Las Soberanas”

    que realizó el 26 de febrero del 2019. 27 ↑

  39. . Anónimo. "Trajeron de Tampico Los Restos del Señor D. Cristino Garza Peña.” La Opinión de Matamoros, 6 de abril de 1973, p. 4-A. ↑

  40. Esta foto pertenece al archivo familiar que conservó la señora Santos Garza Bermea. ↑

  41. Foto: Maribel Bello, octubre, 2024. ↑

  42. Esta foto forma parte del archivo familiar de Santos Garza Bermea. ↑

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